miércoles, 20 de julio de 2011

EN LA CÁRCEL

Cecilio, tras abandonar la placenta de su madre halló por fin y paradójicamente una vida placentera fuera de ella. Tras muchos meses, incluso años, dedicado al mundo criminal, por fin pudo descansar de su ajetreada vida delictiva.

Cecilio pasaba sus días con sus compañeros de presidio, entre discusiones sobre la resistencia de la piel a la punzada de un arma blanca, o negra, según fuera el color de ésta, o sobre el maniqueismo en el cine neorrealista italiano.
Allí coincidió con el padre Benito, al que ya había conocido años atrás en el antiguo edificio de la Diputación de Granada. El padre Benito, tras su muerte un siglo atrás, se había envuelto en una aventura empresarial un poco arriesgada. Había decidido poner una empresa de mudanzas, con Mucho Cariño y Mucho Respeto. Por una serie de desavenencias y desacuerdos, el Sr. Respeto salió de la sociedad y montó por su cuenta un negocio muy alejado del ramo y también de las mudanzas: puso una empresa de vacas con armadura para el pecho, algo que no tuvo mucho éxito en Granada, aunque sí en el extranjero.
El padre Benito y el Sr. Cariño continuaron en cambio con el negocio. Tras varias reuniones decidieron diversificar acordaron repartirse las zonas de influencia, quedándose Cariño con el litoral y el padre Benito con el interior. Se consagró de este modo, tras su muerte, a la mudanza de interiores. Y fue así que, instalado en el número 26 de la calle Mesones, comenzó su periplo por el mundo empresarial, mudando de sitio, en horario nocturno, armarios, archivadores, máquinas de escribir y demás mobiliario de oficina. Al parecer, la Excma. Diputación de Granada no estuvo muy contenta con sus servicios y decidió romper el contrato con el fantasma del padre Benito alegando que las mudanzas se hacían sin previo aviso y con un vehemente cariz acojonante. Mucha gente vió en la ruptura del contrato una clara afrenta hacia el padre Benito, o “el fantasma de la diputación” como muchos le llamaban, y todos se preguntaban que pensaría si levantara la cabeza, pero no pudo jamás porque tras este desastre empresarial nunca levantó cabeza, y tan mal le fue que finalmente enloqueció y la perdió, y pasó varios años vagando por el edicificio llorando, y haciendo ruidos para asustar a la gente, proyectando luces extrañas, e incluso emitiendo lamentos nocturnos.
Tras esto, acusado de acoso, y acusando la falta de trabajo, fue detenido el dia del Corpus Christi, en el coso de Granadino.

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