sábado, 23 de julio de 2011

SUS PRIMEROS SUPERPODERES

De repente un día, Cecilio, se dio cuenta de que así no podía seguir, y pensó que podría dedicarse a salvar vidaS, de modo que decidió desarrollar superpoderes. Sabía que esto requería un gran sacrificio y aunque lo deseaba mucho por otro lado le daba miedo. Le aterraba la idea de que un arácnido le introdujese sus huevos para desarrollar superfuerza, y es que Cecilio tenia fobia a las arañas, hasta tal punto que en su casa sólo había lámparas de pie, o tumbadas o sentadas. Y así vivió en casa los primeros años de su vida, pero aún así, su terror hacia las arañas se incrementó con el paso del tiempo de manera tal, que no podía evitar imaginarse esas mismas lámparas como si fueran una “especie de candelabro sin pie y con varios brazos, que se cuelga del techo o de un pescante”. Esto degeneró en una serie de acontecimientos que sin duda afectaron a su crecimiento y es que dada esta fóbia su madre se vió obligada a cambiar todas las lamparas, apliques, arañas, y demás elementos lumínico-decorativos por tubos florescentes. El problema era que aparte de no dar luz, estos tubos, cada primavera cuando florecían, se llenaban de miles de colores y aromas con el consiguiente incremento de polen en el ambiente. Cecilio, aquejado de un gran número de alergias, no podía pasar la primavera en casa, por lo que pasaba estas temporadas en el portal, dónde estaba expuesto a las picaduras de insectos y arácnidos, provocando en él una terrible ambivalencia.

Otra de las opciones para adquirir superpoderes era recurrir a que una nube nuclear le inoculara radiación tóxica, cosa que tampoco deseaba especialmente pues su médico se le había prohibido terminantemente cualquier tipo de tóxico con superpoderes por via respitatoria, al menos mientras su corazón latiera.

Viendo que las posibilidades se le agotaban, de pronto un dia encontró la solución en la parte trasera de un supermercado, más concretamente en una caja de yogures caducados. Comió tantos como pudo hasta perder el conicimiento, si es que alguna vez lo tuvo. Al día siguiente, cuando se levantó, dijo “ale, ya tengo superpoderes” y fue así como llegó a poseerlos. Se sintió muy aliviado de no tener que esperar una acción arácnida o tóxica. De repente, como caido del cielo, Cecilio poseía un potente rayo cometológico, que cuando era aplicado en la dirección y el modo correcto, conseguía que cualquier chica de lo más normal se trasformara de repente una chica de lo más vulgar, y fue así, como súbitamente, una ola de chicas de 15 años con chandal y maquilladas de pies a cabeza, inhundó las clases de Educacion Física (que en realidad no eran más que clases de gimnasia, por mucho que les molestara esa palabra a los profesores) de los barrios periféricos de la zona oeste de la ciudad.

miércoles, 20 de julio de 2011

INFANCIA

Cecilio nunca fue un hombre tranquilo, como ya había apuntado antes de nacer. Su infancia tras salir de la cácer fue muy dura y la gente por algún motivo lo tenía por un bicho raro y muchos le temían. Pensaban que era extraño y peligroso que andara blandiendo sables y cuchillos en parques infantiles. Esto le trajo algunos problemas, no sólo con la justicia, sino tambien con la ley, porque en esta sociedad moralista y falsa en la que vivimos por lo visto no es “ético” asustar a niños menores amenzándolos de muerte.

Durante mucho tiempo su madre le aconsejó una y otra vez que dejara de blandir armas blancas pero él no hacia caso y seguía con sus juegos infantiles. Pero un día, de repente vio la luz. Aquel día miró al frente y al ver la luz de la sirena de la policía decidió que no podía seguir así, que dejaría definitiva el tema de blandir y que se dedicaría profesionalmente a esgrimir.
Él nunca había leido mucho, pero por alguna razón le pareció que sería buena y idea y se vió capaz de esgrimir sin muchos problemas. Sin duda este cambio favoreció mucho la opinión de jueces y doctores, aunque claro, no se puede tener todo en esta vida y el gremio de novelistas no vio con tan buenos ojos que un chico de barrio y sin estudios andara esgrimiendo libros a diestro y siniestro pues dejaba en evidencia, de alguna manera, su sobrevalorada profesión.
Junto a ellos, el gremio de libreros de bolsillo (no así el de enciclopedistas) vio en esta nueva actitud un desmán de desprecio contra la ética a seguir dentro de una librería, poniendo en serio peligro su secular y atávica forma de entender, y controlar, el comportamiento dentro de este tipo de establecimientos. Ambos gremios, pues, unidos, declararon la guerra tácitamente a este hombre, que pronto se convertiría en abanderado de la libertad y del derecho a esgrimir, no sólo libros, sino cualquier otro objeto.

Y fue así, y por este motivo, cuando tuvo Cecilio su primer encuentro con el chovinismo granadido:
Estaba un día tranquilamente paseando a sus anchas por c/ Ancha de Capuchinos cuando unos encapuchados le asaltaron y le golpearon en la cabeza con un tomo de Historia de la Guerra de Granada de Diego Hurtado de Mendoza. Aquel libro lo marcó para el resto de su vida ya que era una edición en tapa dura que le abrió una brecha en la cabeza. Años más tarde comprendió que aquello había sido un trabajo de los libreros de bolsillo, y que seguramente la edición encuadernada en tapa dura sólo fuera un ardid para despistar.

SALIDA DE LA CÁRCEL

La salida de la cárcel se produjo en el mejor momento para Cecilio, pues coincidió con el fin de su condena y con el inicio de su libertad. Había planeado su salida a la perfección, ayudado de su inseparable amigo el Padre Benito. Todo estaba planeado milimétricamente. Esa mañana Cecilio, para no levantar sospechas, se levantó él, tal y como era costumbre en él cada vez que se incorporaba tras despertarse. Poco después se duchó con el resto de presos y tras hacer la maleta se dirigió a firmar los papeles de su liberad. Cuando firmó, el funcionario le dio la mano y mandó al guarda abrir la puerta. En ese momento de descuido y de relajación Cecilió aprovechó, y tal y como tenía calculado, corrió como una centella para escapar de entre aquellos muros que lo habían tenido preso durante 8 años.
Cuando se vió fuera, se dio cuenta de que con aquella maleta no podría llegar muy lejos. Aconsejado por el padre Benito que siendo, como había sido, experto en mudanzas, Cecilio llevaba consigo al menos una muda para mantenerse limpio, según habia aconsejado el párroco. Pero fuera muda o habladora, el caso es que el cadáver era demasiado pesado y tuvo que deshacerse de él. Para no levantar sospechas, una vez más, y no dejar un cuerpo que pudiera incriminarlo Cecilio compró una trituradora de papel, y se deshizo del cuerpo en un abrir y cerrar de ojos.
Con la muda en un contenedor de basura, y su nueva trituradora dirigió sus pasos a visitar, o más bien conocer, a su madre de la que habia sido arrancado en el momento de su nacimiento-detención.

EN LA CÁRCEL

Cecilio, tras abandonar la placenta de su madre halló por fin y paradójicamente una vida placentera fuera de ella. Tras muchos meses, incluso años, dedicado al mundo criminal, por fin pudo descansar de su ajetreada vida delictiva.

Cecilio pasaba sus días con sus compañeros de presidio, entre discusiones sobre la resistencia de la piel a la punzada de un arma blanca, o negra, según fuera el color de ésta, o sobre el maniqueismo en el cine neorrealista italiano.
Allí coincidió con el padre Benito, al que ya había conocido años atrás en el antiguo edificio de la Diputación de Granada. El padre Benito, tras su muerte un siglo atrás, se había envuelto en una aventura empresarial un poco arriesgada. Había decidido poner una empresa de mudanzas, con Mucho Cariño y Mucho Respeto. Por una serie de desavenencias y desacuerdos, el Sr. Respeto salió de la sociedad y montó por su cuenta un negocio muy alejado del ramo y también de las mudanzas: puso una empresa de vacas con armadura para el pecho, algo que no tuvo mucho éxito en Granada, aunque sí en el extranjero.
El padre Benito y el Sr. Cariño continuaron en cambio con el negocio. Tras varias reuniones decidieron diversificar acordaron repartirse las zonas de influencia, quedándose Cariño con el litoral y el padre Benito con el interior. Se consagró de este modo, tras su muerte, a la mudanza de interiores. Y fue así que, instalado en el número 26 de la calle Mesones, comenzó su periplo por el mundo empresarial, mudando de sitio, en horario nocturno, armarios, archivadores, máquinas de escribir y demás mobiliario de oficina. Al parecer, la Excma. Diputación de Granada no estuvo muy contenta con sus servicios y decidió romper el contrato con el fantasma del padre Benito alegando que las mudanzas se hacían sin previo aviso y con un vehemente cariz acojonante. Mucha gente vió en la ruptura del contrato una clara afrenta hacia el padre Benito, o “el fantasma de la diputación” como muchos le llamaban, y todos se preguntaban que pensaría si levantara la cabeza, pero no pudo jamás porque tras este desastre empresarial nunca levantó cabeza, y tan mal le fue que finalmente enloqueció y la perdió, y pasó varios años vagando por el edicificio llorando, y haciendo ruidos para asustar a la gente, proyectando luces extrañas, e incluso emitiendo lamentos nocturnos.
Tras esto, acusado de acoso, y acusando la falta de trabajo, fue detenido el dia del Corpus Christi, en el coso de Granadino.