miércoles, 20 de julio de 2011

INFANCIA

Cecilio nunca fue un hombre tranquilo, como ya había apuntado antes de nacer. Su infancia tras salir de la cácer fue muy dura y la gente por algún motivo lo tenía por un bicho raro y muchos le temían. Pensaban que era extraño y peligroso que andara blandiendo sables y cuchillos en parques infantiles. Esto le trajo algunos problemas, no sólo con la justicia, sino tambien con la ley, porque en esta sociedad moralista y falsa en la que vivimos por lo visto no es “ético” asustar a niños menores amenzándolos de muerte.

Durante mucho tiempo su madre le aconsejó una y otra vez que dejara de blandir armas blancas pero él no hacia caso y seguía con sus juegos infantiles. Pero un día, de repente vio la luz. Aquel día miró al frente y al ver la luz de la sirena de la policía decidió que no podía seguir así, que dejaría definitiva el tema de blandir y que se dedicaría profesionalmente a esgrimir.
Él nunca había leido mucho, pero por alguna razón le pareció que sería buena y idea y se vió capaz de esgrimir sin muchos problemas. Sin duda este cambio favoreció mucho la opinión de jueces y doctores, aunque claro, no se puede tener todo en esta vida y el gremio de novelistas no vio con tan buenos ojos que un chico de barrio y sin estudios andara esgrimiendo libros a diestro y siniestro pues dejaba en evidencia, de alguna manera, su sobrevalorada profesión.
Junto a ellos, el gremio de libreros de bolsillo (no así el de enciclopedistas) vio en esta nueva actitud un desmán de desprecio contra la ética a seguir dentro de una librería, poniendo en serio peligro su secular y atávica forma de entender, y controlar, el comportamiento dentro de este tipo de establecimientos. Ambos gremios, pues, unidos, declararon la guerra tácitamente a este hombre, que pronto se convertiría en abanderado de la libertad y del derecho a esgrimir, no sólo libros, sino cualquier otro objeto.

Y fue así, y por este motivo, cuando tuvo Cecilio su primer encuentro con el chovinismo granadido:
Estaba un día tranquilamente paseando a sus anchas por c/ Ancha de Capuchinos cuando unos encapuchados le asaltaron y le golpearon en la cabeza con un tomo de Historia de la Guerra de Granada de Diego Hurtado de Mendoza. Aquel libro lo marcó para el resto de su vida ya que era una edición en tapa dura que le abrió una brecha en la cabeza. Años más tarde comprendió que aquello había sido un trabajo de los libreros de bolsillo, y que seguramente la edición encuadernada en tapa dura sólo fuera un ardid para despistar.

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