lunes, 1 de agosto de 2011

BOCATA Y FUGA II

No llegó a tocar la cárcel imendiatamente pues tras la condena por atracar barcos con las manos llenas de navajas, consiguió huir. Fue durante el viaje desde los juzgados a la penitenciería. Era trasladado en un furgón blindado bajo llave cuando se detuvo en un semáforo, momento que aprovechó Cecilio para quitar la llave de encima del vehículo, abrir la puerta y bajarse.
Protagonizó así una de las más trepidantes y expectaculares persecuciones que se recuerdan. Aprovechando una obra que había, robó una apisanadora, y se dió a la fuga. El policía que lo trasladaba, un policia con casi sesenta y cinco años, fue tras él, incansable y sin detenerse. Cecilio decidido a escapar, frunció el ceño sin cejar en su empeño, valga la paradoja, y pisó el acelerador. Cuarenta y cinco minutos más tarde ya había conseguido salir de la carretera y sacaba al menos cinco metros de distancia al policía. El policía no desfallecía, e incluso llegó a acelerar su paso por lo que Cecilio tuvo que hacer una maniobra suicida, y giró repentinamente encaminándose hacia un barrio de chavolas. La mala suerte volvió a cebarse con él y tras aplastar completamente cuatro viviendas, se quedó sin gasolina y fue nuevamente detenido. Fue así como a los cargos anteriores hubo que añadir el de allanamiento de morada. Por cierto, contra todo pronóstico, el policía no fue herido a pesar de quedarle sólo un dia para jubilarse.

Debía cumpliar ahora los cuatro años más dos años más por el allanamiento de las moradas (seis meses por cada una).

Al entrar de nuevo en prisión Cecilio fue desprovisto de sus pertenencias, incluyendo sus superpoderes, lo que le causó gran pena y pesar, y es que ya no era el delincuente que fue antes de nacer, y no sentía que debiera estar tras los barrotes. Con este sentimiento de ruiseñor enjaulado fue como trazó un plan para salir de la cárcel. Durante meses planeó en su cabeza la mayor fuga de la historia, una magnum opus que materializaría poco más tarde, cuando la transcribió a un pentagrama. Y fue así, como ganó el III Concurso Interprovincial de Prisiones de Composiciones que Giran Sobre un Tema y su Contrapunto Repetidos con Cierto Artificio por Diferentes Tonos. Su fuga, que fue comparada con la del mismísimo Bach, influyó definitivamente en el jurado de la condional concediéndole la libertad.

BOCATA Y FUGA I

Su madre le insisitía mucho en que se ganara la vida de alguna manera, a pesar de tener doce años. Dada su juventud y las malditas y estúpidas leyes contra la explotación infantil, no pudo encontrar trabajos legales con los que aportar dinero a la familia. Es por esto que pesar de su interés por hacer el bien Cecilio no conseguía seguir siempre el camino correcto y aun en posesión de superpoderes que le ayudaran a defender el bien, pronto dio con sus huesos en la cárcel.
Trabajó durante un tiempo en un sótano, cosiendo balones de futbol para una red china de “todo a cien”, pero viendo las excasas posibilidades de ascenso que tenía pronto cambió de trabajo.
Fue entonces cuando comenzó su trabajo con “Sol y Nieve” la famosa empresa de feriantes. Cecilio se dedicaba a aparcar los coches de choque que se habían quedado en medio de la pista. Fue aquí dónde encontró una verdadera vocación. La competencia era dúrisima, pero nadie pudo hacerle sombra pues trabajaban de noche y además era el mejor de todos sus compañeros, aparcaba como nadie, incluso vinieron directivos de Disneyland Paris con la intención de ficharlo, pero él rehusó porque ya estaba fichado por la policía.
Pronto dio el salto y subió un escalón, cuando sus jefes lo pusieron a cargo del parking del descampado donde se situaba la feria. Era el mejor de cuantos gorrillas aparcaban a este lado del Guadalquivir, y su fama crecía como la espuma. Pero todo lo que sube tiene que bajar, y el problema fue que su ego había subido muy deprisa. No estaba contento con encargarse de aparcar coches y tener su propio descampado, sino que quería más, quería llegar más alto, aparcar cosas cada vez mayores y fue así como lo dejó todo para irse a trabajar al puerto de Motril. Allí desarrolló el oficio y se especializó en grandes aparcamientos, ayudando a capitanes de miles de embarcaciones a atracar sus barcos en el puerto, los cuales, unas veces le pagaban en metálico y otra en especias.
Pero un día la mala suerte se cebó con él. Un policía que pasaba por allí vió como Cecilio, portando un bocata de mortadela en una mano, recibía con la otra una sospechosa bolsa en pago por sus servicios. El perspicaz policía, viendo que la bolsa se la había dado un armador se acercó a Cecilio justo cuando se disponía a atracar un barco. Cuando estuvo junto a él, le dio el alto y como Cecilio no pudo cogerlo porque tenía las manos ocupadas, le pidió la documentación y tras abusar de su poder dándole un bocado al bocata, lo resgitró de arriba a abajo, encontrando, efectivamente, que la bolsa estaba completamente llena de navajas, tres quilos recién pescados, para ser más exactos. Fue así como fue detenido nuevamente. “Atraco a mano armada” fue el veredicto final del juez que lo condenó a cuatro años.